miércoles, 6 de octubre de 2010

A UN NIÑO Y UN DELFÍN

En el blog mujeres de roma encuentro esta delicada entrada:

Aquí yacen un niño y un delfín. Vosotros, dulces criaturas, que no habéis conocido la crueldad ni la malicia, dormid en paz. Del amor más limpio habéis gozado en vida. Gozad, ahora, de una larga muerte unidos.

Esta lápida se la dedica M.C.Pisón, pescador de Dicearquia.
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Este epitafio está inspirado en la siguiente historia, narrada por Aulo Gelio:

“Citaré un pasaje del sabio Apión, tomado de su Egipciacos, en el que refiere cómo se enamoró un delfín de un niño (…). He aquí el relato: “Yo mismo he visto, dice, cerca de Dicearquia, un delfín que amaba a un joven llamado Jacinto. En cuanto oía su voz, acudía transportado de amor: llegado cerca de la orilla, le recibía sobre su dorso, replegando las puntas de sus aletas, por temor de herir aquel cuerpo delicado, objeto de sus deseos; y el niño, a caballo sobre él, prolongaba sus carreras hasta doscientos estadios dentro del mar. De Roma y de toda Italia acudían para ver al delfín, trocado por Venus en dócil corcel.” No es menos maravilloso lo que añade enseguida Apión: “El niño, dice, cayó enfermo y murió, y el delfín, después de haber venido muchas veces a la playa acostumbrada sin encontrarlo, cuando ordinariamente lo esperaba en la orilla del agua, fue acometido de tan vivo dolor, que perdió la vida. Habiéndole encontrado muerto sobre la arena personas que conocían la historia de su amor, le llevaron junto al niño que le había inspirado pasión tan tierna, y le sepultaron en la misma tumba”.”

AULO GELIO (siglo II d.C.): “Noches áticas”.

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